Tuesday, October 31, 2006

Bruto



El efecto de la droga se desvanecía. Bruto sintió como el ácido láctico formaba agujas de cristal en sus pantorrillas y de pronto todo el esfuerzo de la jornada le cayó encima como un costal de estiércol macizo. Sintió frío y cogió una de las lonas que los rebeldes habían usado durante 5 meses para soportar el incierto clima de la noche y las penosas lluvias. Alguien había pintado sobre la lona URO asesino, ya estás fuera. Bruto colocó su escudo en el piso y se echó sobre él procurando cubrir todo su cuerpo con la lona. Tenía el cerebro embotado y un poco de asco le pellizcaba el estómago. Cuando por fin iba a conciliar el sueño, la imagen volvió a su mente y decidió matarse.

Pistolas sobraban en esa plaza, aunque no todos estaban equipados con ellas. Más de tres mil efectivos de la PFP habían recuperado el zócalo y cercaban todas las calles que acceden a él. La AFI se encargaba de catear casas de presuntos líderes de la APPO y en la noche ya habían detenido a unos cincuenta cabrones. El operativo había sido tan meticuloso que hasta lograron replegarlos a la Universidad y a su radio mierdosa. Sólo faltaba que el Secre Abascal dijera cuando entrar para partirles la madre de una buena vez. A la mierda con la autonomía de la Universidad, al fin que ellos fueron los primeros en pasarse la legalidad por los huevos y ya les debían una desde el desalojo fallido del 14 de Junio.

Bruto gateaba entre sus compañeros. Estaba seguro de que había tirado su pistola por ahí. Escuchaba voces conocidas a su alrededor: Bruto, deja ya de hacer el indio. Ja, Bruto, si te ve así Carmona te saca a patás de Oaxaca. Tschhh, de todos nosotros, Bruto es el que tiene mejor sentido del humor... y menos dignidad, cachoimbécil. ¡Bruto, nomás veo tu culo gordo y me calientas, papi! Eh, pistolero, ¿a cuántos te vas a despachar mañana? Oigan: Bruto es un infiltrado vestido de pefepo y pretende escapar. En realidad no escuchaba voces sino cacofonías, cacofonías que algún día fueron sus camaradas. Ellos le pusieron Bruto cuando ascendió a la Federal Preventiva. Aceptó de buena gana su nuevo apodo, iba de acuerdo a su personalidad, pero le reventaba que le dijeran así enfrente de su esposa y de su chamaquita Lulú. Ahora ellas dormían en su querida Puebla. Cuando Bruto salió rumbo a Oaxaca su esposa lo bendijo y le rogó que no se expusiera mucho con esos huevones de la APO. Su esposa era una buena persona. Aunque Bruto le pegaba constantemente ella nunca se rebeló, aceptaba el castigo en silencio. Bruto se lamentaba al imaginar lo que sería de ella y Lulú cuando se enteraran de su muerte.


Bruto se alejó de sus compinches y consiguió ponerse de pie. Junto a unos arcos estaba la compañía de Tehuacán. Era el grupo más reducido del operativo y seguían empotrados alrededor de una tele portátil que encontraron en el campamento. Bruto, activado todavía por los pinchazos, había estado platicando con un viejo amigo de esa compañía y recordó el reportaje que hace unas horas mostró Denisse Maerker. Puta de mierda, pensó y le dieron ganas de matarla a toletazos. Carmona le había dicho que los noticieros eran el mejor amigo de la tira porque podías golpear, violar y matar sin que tu nombre apareciera siquiera en la pantalla. Los quemados en realidad son los jefes, ellos son los que dan la cara: Ruiz, Abascal, Fox y todos esos cretinos de pacotilla. Carmona ya había violado y matado y mira, ¿quién es el que comanda tu escuadrón, Brutito? Sin embargo, la puta de Denisse había jodido a Bruto: Durante esta jornada de desalojo por parte de la Policía Federal Preventiva se reporta un muerto. Un niño de 14 años de identidad desconocida que en estos momentos está siendo velado por simpatizantes de la APPO. Se presume que el menor fue herido por un proyectil de gas lacrimógeno disparado por elementos federales. El Secretario de Gobernación, Carlos Abasacal, insiste que el saldo fue blanco... [mientras video de un cuerpo miniatura cubierto por una bandera de México y un altar de neumáticos y maderas improvisado en la calle]. Denisse lo había jodido vilmente porque la crónica, aunque estúpida y anónima, había vuelto nítidos los recuerdos que la droga se empeñaba en nublar.

Bruto regresó a ese momento, al enfrentamiento en el puente del Tecnológico. Entre 5 uniformados someten a patadas a un joven con un paliacate en el rostro que tropezó durante la retirada. De pronto, una molotov explota sobre Íñiguez y lo prende. Íñiguez suelta su bazuca de gas lacrimógeno y se revuelca en el piso. Lo apagan con un chorro de extintor. Bruto deja a sus compañeros masacrando al embozado y recoge el arma de Íñiguez. Apunta hacia la multitud y dispara 3 granadas. Ve a un niño caer y luego una nube de humo lo engulle. Bruto está bravo y quiere seguir disparando pero no tiene más cápsulas. Tira el arma a la calle y se lanza contra un señor robusto que es sometido por un grupo de federales. Después del enfrentamiento Bruto colabora para subir al camión a los detenidos. Les patea las espinillas como señal de bienvenida. Cuando se dispone a avanzar con su grupo hacia el Centro pasa junto al cadáver del niño que yace entre cajas que arden.

Bruto está sudando. La cara del niño que mató es parecida a la de Lulú, o tal vez su mente está jugando con él. Se acerca a la compañía de Tehuacán y encuentra a su viejo amigo que se está botando de la risa con un comediante del canal de las estrellas. Burro, Burro ¿no haz visto mi fusca? Burro le dice que aguante, que está bien bueno el chow. Bruto insiste y Burro le dice que para qué mierda quiere un pistola si ya no hay ni un pinche pulgoso en la plaza a quien despachar. Burro, no jodas viejo. Me siento mal sin mi fusca. Burro se comienza a turbar porque el pendejo de Bruto no lo deja concentrarse en el programa que está re bueno. Se levanta de putazo y agarra a Bruto del chaleco antibalas que todavía trae encima. Mira Brutito, ya no me estés chingando que vengo cansado por lo de hoy. Burro desenfunda y le da su pistola a Bruto. Le dice que en cuanto encuentre la suya viene y se la devuelve.

Bruto se va asustado hasta un edificio colonial y vomita en la pared. Todas las paredes tienen pintadas consignas incendiarias. Comienza a debilitarse, se agacha y mete las manos en su propia basca. Está jodidamente mareado. Escucha risas roncas a su alrededor. Bruto coge la pistola del viejo Burro y se la pone en la boca. Quita el seguro y jala el gatillo. Mientras la bala recorre la carabina impulsada por un estallido ensordecedor, ve reflejado en el vómito a Carmona violando a su mujer y a Denisse Maerker dándole el tiro de gracia.

Tuesday, October 24, 2006

Acto patriota




No hay nada peor que un policía salvo un granadero y nada peor que un granadero salvo un militar. Esta historia trata de un joven militar, un nene de 19 años apenas neófito en la academia bélica pero que hace mucho fue cooptado para hacer suyo el deber de salvaguardar el orden imperante sin que nadie se lo pida. En otras palabras, en su cabecita de chorlito ha anidado la microfísica del poder, que bajo la enseña de buen mexicano soporta esa terrible convicción (subordinante, claro) de que los poderosos le han otorgado una pizca de su poder-autoridad para usarla contra cualquiera que no sean sus superiores. ¡Pobre imbécil! Lo único que le han dado a cambio de su lealtad es un uniforme verde con un gorrito bien pendejo. La verdad es que esos poderosos son los primeros en cagarse en él: en cuanto les deja de ser útil lo cambian por otro cretino y a la chingada con el nene. Mientras tanto irá recolectando méritos para seguir siendo valioso. Tal vez le den una medalla por lo que hizo el sábado pasado.

Para variar yo iba en el metro. Esta vez era la línea 9 y ya eran como las 12:30. Tenía que transbordar en Centro Médico y con un poco de suerte cacharía el último tren que salió de Universidad, eso si no surgía ningún contratiempo. El metro llegó inmediatamente y corría a una velocidad constante. Todo indicaba que mi plan saldría hecho y derecho y que pronto estaría en casa del Costas escuchando a Mal Vasallo y fumando unos porritos con los colegas hasta que vi al petimetre milico sentado en el fondo del vagón. De entrada me dio mala espina, nunca me ha gustado estar cerca de alguien uniformado. Sencillamente me siento incómodo. Pensé cambiarme de vagón en la siguiente estación, Patriotismo (jo, que coincidencia), pero como faltaban nada más 2 destinos para bajarme decidí de plano ignorar al cabrón y punto.

En Patriotismo abordaron tres jóvenes. Una chica y dos cabrones, los tres igual de pedos. La chica era muy guapa, como oriental. Uno de los cabrones tenía pinta de hondureño y el otro era un barbón bien mexicano. No obstante, todos hablaban en portugués. Cámara, pensé, la banda internacional. Sacaron una Indio de las familiares y se pusieron a chupar discretamente. Iban en su pedo sin estar jodiendo a nadie y a mí hasta se me antojó que me invitaran un trago.

Mientras avanzábamos por el túnel el barbón se levantó y sacó un plumón rojo de su mochila. Eligió la pared más amplia y después de voltear al techo como escribiendo primero la frase en su mente, garabateó POR TU SEGURIDAD, MANIFIÉSTATE. A huevo, pensé. Barbón regresó con sus amigos y les pidió chela pero ya la habían matado. Entonces el milico se levantó y, guardando la prudente distancia desde el otro extremo del vagón, jaló la palanca de emergencia. ¡Me lleva la mierda!, pensé mientras escuchaba la alarma y esperaba resignado a que el tren se detuviera. Milico hijo de tu déspota padre ¿qué no sabes que esa puta palanca se usa cuando alguien se está muriendo en el vagón, no cuando alguien ralla la pared? No, no lo sabía: el grandísimo hijo de la chingada tenía la estúpida expresión del héroe que acaba de denunciar a los autores de un acto vandálico, por más que todos los presentes lo veíamos con decididas ganas de matarlo. O sea, había señoras que sólo querían llegar a sus aposentos a dormir, que tenían todavía que alcanzar un camión rezagado pero a este guiñapo del sistema se le salió lo pinche Juan Escutia y ahora nuestro último transporte podía olvidarnos y continuar su marcha.

Si bien no se detuvo, el tren aminoró la marcha. El oriundo de Tegucigalpa le pintó dedo al milico. Le pintó dedo firmemente hasta que llegamos a Chilpancingo. El milico no hizo nada. Su fiero rostro de miembro de escuadra Schutz-Staffel se tornó en una mueca de rencor y pusilanimidad. En cuanto se abrieron las puertas los tres delincuentes se cambiaron al siguiente vagón y el milico de mierda se asomó al andén e hizo señas al chofer como indicándole que el lío había sido en nuestro vagón y comenzó a gritar como demente ¡POLICÍA!, ¡POLICÍA!. Ante el escándalo, los delincuentes optaron por largarse al carajo y echaron a correr escaleras arriba. El chofer que como todos los choferes era gordito, llegó sudando y nada más escuchó el inicio de la explicación del milico, sacó su llave maestra para desactivar la alarma y se largó con una jeta de no mames, ¿ tanto pedo por esto, cacho de imbécil? El milico estaba consternado. No entendía al chofer, no entendía nuestras miradas, no entendía la frase de letras rojas y tal vez por un momento lo que sí entendió fue que era una pendejada hacerle al soldadito, la perfecta carne de cañón en las relaciones diplomáticas de un sistema mohoso y gangrenado.

El niño héroe se fue cabizbajo el resto del camino, escuchando los insultos de los pasajeros. Me bajé en Centro Médico no sin antes decirle de juego: nada más no alcanzo el metro, como voy al colegio militar y te meto el fusil por la culata. Su cara seguía impasible. Me apresuré todo el pasillo de trasbordo pero antes de llegar al andén de la línea 3 un tira me dijo que acababa de pasar el último tren. Ya lo imaginaba. Dejé atrás las entrañas del mundo y me fui caminando hasta casa del Costas. Tardé casi una hora en vez de los 15 minutos habituales pero aproveché para conocer un parque bien chingón donde hay columpios. Me quedé un rato a divertirme oscilatoriamente. Ya me disponía a continuar la marcha cuando, cual fue mi sorpresa al ver a los tres delincuentes caminando en la otra calle. Los saludé de lejos y me respondieron, creo que sí me habían visto en el metro. Me dijeron que habían decidido huir cuando empezó el escándalo porque en las mochilas llevaban mota y envases de caguama y en la boca peste a alcohol y entonces sí los podrían haber atorado o de menos sobornado. Yo les dije que iba a una fiesta y que si no gustaban. Se fueron conmigo. Sobra decir que las fiestas en casa del Costas se ponen bien buenas. Yo hasta me lié con la chica de pinta oriental.

Sunday, October 22, 2006

Efigie al presidente electo de acuerdo a la voluntad del pueblo



Esta bella pieza posmoderna la encontré en la calle hace rato y de suerte que traía mi cámara para inmortalizar el momento.

No sé si el decomposer pasó por aquí haciendo travesuras o si fue algún otro revolcador de caca-calderón, pero lo que sí sé es que es muy fácil reproducir el mensaje: haz una planilla de 4 en una hoja carta (de preferencia aplicar bold a la tipografía), corta los pedazos y pégalos a un mondadientes, sal a la calle hasta que encuentres una caca perruna de las consistentes y clava el letrero con un ángulo que facilite la lectura para el distraído transeúnte. Las moscas harán el resto.

Monday, October 02, 2006

Eventos desafortunados con 3 borrachos




No niego que he hecho pendejadas cuando chupo en exceso. Más de una vez lo he hecho y con repercusiones lamentables. Nunca he utilizado el alcohol como un estimulante para desahogarme y ponerme a berrear o para tratar de ponerme en la madre con alguien que me ve feo. Todas las mierdas que me meto las uso para divertirme y pasar un buen rato y cuando se puede hasta para aprender algo. Hace unos días, por cierto, me la pasé muy bien, tan bien que mi vida se ha volcado de putazo y ahora me estoy debatiendo con un proceso sin precedentes que me abre más de un camino. Pero ese es otro asunto aunque sea yo el de la foto de arriba. Hay cabrones que no se cansan de hacer pasar mal a la gente cuando andan de peda y de esto trata el post.

Un día el viejo Chinaski escribió que no hay un solo borracho que al día siguiente se despierte con la sensación de ser un imbécil. Bueno, el imbécil de Chinaski no hubiera existido si no hubiera sido un bodrio de mierda. Tal vez las siguientes anécdotas no sean más que una broma y que se traté en realidad de un episodio de la vida de 3 genios que por el momento se dedican a beber desaforadamente. De todos modos son 3 historias cagadas y en las que me he visto involucrado sin yo proponérmelo.


1.

Llego el viernes por la noche a mi casa. Vengo de una buena peda que no se prolongó más porque varios de los presentes teníamos que alcanzar el último metro. Tengo hambre así que ceno una sopa de poro con papa y me meto a la cama. Yo comparto mi cuarto con mi hermano. Tenemos una vieja litera roja y yo duermo arriba. Cuando me quedo dormido él aún no ha llegado.

De repente me despierto y escucho correr la cerradura de la entrada. Es mi hermano. Por la manera en que abre la puerta y pone la cerradura deduzco que está hasta la puta madre de alcohol. Mi hermano es como diez veces más borracho que yo. Lo escucho arrastrar los pies por el comedor hasta entrar al cuarto. Al dirigirse a su cama patea las escaleras de la litera. Nada más su cuerpo aplasta el colchón, comienza a vomitar en la oscuridad. Mientras lo hace, tose como si se fuera a ahogar. Yo escucho e imagino todo en silencio hasta que entra un olor de lo más pinche podrido por mis narices. ¡Mierda, qué asco recordarlo! Era una peste que contenía el aroma de una taquería de suadero con jugo gástrico caliente y ron putrefacto. Puta madre, casi me vomito yo también. Me levanto, prendo la luz y veo a mi hermano con la cabeza asomando fuera de la cama y las manos debajo de su boca desde donde escurre una mierda con trozos como de chile guajillo molido y tortilla mojada y de un color tan pinche repugnante que seguramente abarcaba la siguiente armonía cromática:


Le pregunto si está bien y me dice que ya se siente mejor. Me asomo al comedor y el reloj marca las 6 de la mañana. Le digo que limpie esa plasta de mierda antes de que se despierte el resto de la familia y que abra la ventana porque el olor es tan filoso que puede matar a alguien. Me sonríe con trozos de vómito en su pelo.

Cuando termina la limpieza agarra una loción y rocía un chorro sobre la alfombra para disfrazar el olor que resistía a desaparecer. Luego se queda jetón. Me subo a mi cama y sigo oliendo esa mierda pero ya no sé si es mi memoria olfativa o si la loción no es tan poderosa como para vencer a ese ejército de esencias indestructibles. En fin, me las arreglo para respirar con la boca y me quedo dormido. Después ya no sé siquiera si soñé algo.


2.
Estoy en casa de L. y también están G., B., M., T. y B. La pasamos chupando desde la tarde pero ya es de madrugada y estamos cansados. En casa de L. hay miles de cuartos y quien quiere se puede quedar a dormir. Yo escojo la cama que CH. dejó con sus cosas antes de mudarse al país vasco. Me tapo con un sleeping bien caliente.

En la mañana voy al cuarto de L. pero sólo encuentro su cama destendida. Bajo las escaleras y toda su familia está sentada a la mesa. Tienen jeta de desvelados y ninguno habla. El ambiente está tenso así que me prefiero ir de una buena vez. Les digo buenos días y que me debo retirar. Por la noche le hablo a L. y le pregunto que qué chingados pasó y me dice que C. llegó como a las 7 de la mañana, todavía hasta el pito. Su cuarto da hacia un pasillo en el que se conectan el baño con el cuarto de sus padres. C., creyendo que entraba al baño, se metió al cuarto de sus padres, se sacó la pistola y se puso a mear en la almohada de su jefa. Por suerte ella se había levantado para bañarse y no tuvo que despertarse con los meados de su hijo. El que sí estaba era el jefe, que se despertó y le dijo que qué mierdas hacía, que ahí no era el baño. Entonces C. interrumpió su trabajo, salió del cuarto y se metió al baño a terminar el asunto. Luego fue directo a su cama y se quedó jetón como si nada hubiera pasado.


3.
Lo más común es que regrese a mi casa muy noche. Casi estoy fuera todo el día. Ayer regresaba del toquín de Unión 13 que estuvo bueno salvo porque la voz no se oía nítida y luego se fue la luz. Salgo del metro Chapultepec que está a cuatro cuadras de mi casa y de repente me cruzo con dos cabrones de lo más pinche normal. Casi invisibles.

Entonces uno me grita que lo espere y corre hacia mi. Me dice que qué pedo que si nos vamos a poner en la madre o qué. Ahora sí tengo tiempo de examinarlo. Es más pequeño que yo, lleva una camisa blanca con el cuello abierto mostrando el pecho y apesta a Daiquirí. Su compañero es una réplica de él pero con camisa azul. La fauna de la Condesa. El imbécil de blanco me pregunta que si soy cholo o eskato porque a él le cagan los cholos y los eskatos. Y yo pienso, puta madre, ya no puedo ponerme la gorra de la sudadera en la cabeza cuando hace frío porque corro el riesgo de que cualquier pendejo me tome por cholo o por eskato y me quiera madrear. Le digo que no tengo ninguna razón para querer madrearme con nadie, que ha sido un día tan chingón que es lo último que desearía y me doy la media vuelta. Pinches fresas estúpidos que se autodenominan fresas y hacen una clasificación mediocre del resto de las personas.

Pero este cabrón de blanco era de los castrosos. Ya estoy lejos y de nuevo me persigue y me dice que no me vaya porque nos vamos a poner en la madre. Nuevamente le explico que no soy quien cree y que no me voy a reventar por nada. Su compa le dice que ya no esté mamando, que yo no le hice nada y que lo va dejar solo si una patrulla se lo lleva. Blanco le dice a Azul que también se lo va a madrear y yo comienzo a desesperarme. Azul se larga y Blanco se queda conmigo y me dice que él sabe que está mal de la cabeza, que su familia no le hacía caso, que tenía pedos con su jefe. Yo le digo que lo entiendo y que efectivamente está cabrón lo que se vive dentro de la familia nuclear, pero que no es razón suficiente para que esté jodiendo a los desconocidos. El imbécil ya ni se acuerda que soy cholo y me pregunta que donde vivo. Para librarme de él le digo más o menos por donde, y le recuerdo que si pretendía irse en metro ya no iba a alcanzar por la hora. Al fin se larga. Retomo mi camino y aunque he perdido 5 valiosos minutos de la noche, me acuerdo de cómo Unión 13 tocó la de Innocence y me pongo alegre.