Tuesday, June 26, 2007

La espiral




Para Chloe

¿Qué es lo que pasa que de pronto uno se descubre anclado en medio de esta espiral acelerada? El sentimiento más consecuente (consecuente con el acto de descubrir) es la nostalgia: una acerba punzada en el pecho que es donde anida la memoria.

Todos somos viajeros.
Rostros que se desdibujan
para ceder el espacio a otros rostros...
y que el recuerdo se encargará de engullir.
(Su cuerpo perfecto que desaparece tras el marco de la puerta porque el camino no espera.)
Personas, ciudades, paisajes.
Sustantivos que imitan ideas,
ideas que imitan la realidad.
Palabras llenas de vacío (aún así las amas.)
Una a una se funden en la viscosa blancura genérica del rostro, de la espiral.

Cuando menos lo esperas ya eres el perfecto sedentario. Energía abolida. El tipo sentado en un sofá viendo la representación de su vida detrás de la pantalla. ¿A poco no sabes que la pasividad es la puta muerte? Todos somos viajeros, pero viajar en círculos termina por negar el viaje mismo.

Y la vida consiste en viajar.

Wednesday, June 13, 2007

El embustero de la Alameda Central



En situaciones normales, el hecho de que el domingo fuera domingo me hubiera deprimido con su desoladora condición de fin de fin de semana, con su inherente calidad anticipadora de una semana estúpida y que a penas está por comenzar, con su transición hacia la primera curva de la rutina. Eso en situaciones normales, pero actualmente me da lo mismo el domingo que el miércoles que el sábado porque no hago nada y solo me dedico a rascarme los huevos y a ser feliz y a escribir estas palabras. Por ahora.

Y bueno, hay que aceptar también que los domingos tienen sus ventajas como... como... bueno, seguro que ostenta numerosas virtudes, pero de la única que me acuerdo ahora es que la entrada a los museos es gratis. Y también es cierto que en el D.F. te vas a encontrar buenos museos. Como tenía mucho de no ir al Laboratorio Arte Alameda decidí hablarle a mi carnal el de-compuesto y le propuse que fuéramos juntos. Es común topar buenas instalaciones dentro de aquella ermita acondicionada como galería, le dije, y luego tendríamos tiempo suficiente para detonar un par de bombas en los McDonald’s que infestan nuestro deslavado centro histórico. Quedamos en el metro Hidalgo a las 3:30 y curiosamente los dos llegamos con sobrados minutos de anticipación. Cuando mandas al tiempo a tomar por culo, entonces es cuando llegas más puntual a las citas, porque el deseo es el que te conduce y no la obediencia. Claro que hay mucho más factores que pueden alterar tu puntualidad, verbigracia, el metro que es una mierda y que con suerte lo vas a cachar andando eficiente. Total. Recorrimos la exposición que integraba en el concepto intersticios una serie de obras de creadores mexicanos de vanguardia y nos deleitamos con el grado de absurdo alcanzado por el arte en estos días. Vale la pena ir, por ahí hay una video-instalación que remite a la época ochentera: un cuarto de triplay forrado de plotteos psicodélicos, aderezado con amplios espejos y con el piso afelpado donde te puedes echar y divagar sobre cuestiones ontológicas mientras ves videos de Michael Jackson y compañía. O de menos sirve para un jetita.

Luego de haber alimentado al espíritu y con el día libre por delante, salimos y caminamos por las calzadas del parque y fue ahí donde conocimos al embustero de la Alameda Central. Estaba rodeado por una docena de cabezas que asentían apresuradamente con agitaciones pendulares y que lo ocultaban por completo de la vista. La curiosidad sociológica nos condujo a él, pues el grupo que lo envolvía era peculiar a su manera, una micro fauna dentro de la jungla social, los unos con lagrimitas tatuadas junto a sus crédulos ojos, las otras con rulos en la pelambrera y alguna que otra jovencita en la flor de la edad, suspirando y atendiendo. Todos alzaban la mano derecha a la altura de sus hombros y en cada palma brillaba una moneda de cinco pesos. Supuse que el protagonista sería algún bufón armando un acto callejero y con el tiempo comprendí que mi hipótesis no distaba mucho de la realidad. Era un tipejo de ojos color amarillo caramelo caca, enfundado en un traje oscuro que comenzaba a percudirse y con una corbatita escarlata de donde pendían algunos pines niquelados con la figura de la santa muerte. Su labios eran finos, colgaban de un bigotillo patético, y mientras predicaba, de las profundidades de su bocaza brotaban gotitas de baba que volaban hacia todos lados en una llovizna que apestaba a arrogancia. A sus pies se amontonaban algunas revistas de esoterismo, estampitas de santos y efigies mortuorias. Sus zapatos de charol brillaban con impecable nobleza. Nosotros llegamos a la mitad de su discurso, justo cuando atacaba a los indios que fingen tener un estilo refinado, pero que no les alcanza ni pa cambiar sus zapatillas agujereadas. Yo me ruboricé en seguida y – víctima de un instinto artificial asimilado desde la cuna de la sociedad y de su hipocresía – hice lo posible por ocultar mis Panam que están hechos pedazos y que si no los cuezo y me los almuerzo, próximamente colgarán de algún cableado nudoso.

¡Verga de pollo!, nunca había oído tanta mierda continua desde el penúltimo informe de gobierno del charro Fox (el último lo presentó por escrito, como podrán recordar). Aquel tipo era un Mesías de la estupidez, personificaba la síntesis del padre autoritario, del científico positivista y del iluminado por gracia divina; nos regalaba (¿o vendía?) una lección contundente sobre la verdad que no servía siquiera en términos pragmáticos. Y no obstante, la horda lo escuchaba con religiosa atención. ¿Qué pedo con la gente? Si no es la televisión, son esta clase de embaucadores, pero siempre hay que joderse con sus lecciones. Relegar el acto de pensar a algún tercero, que de paso es el menos indicado. El ser humano se jacta de su bendita razón y nunca ha considerado utilizarla.

Ahora procedo a evidenciar la charlatanería de ese cabrón:

1) Lo más notorio de su argumentación era la seguridad en que todo el mundo te quiere joder y que si no estás a las vergas lo van a lograr. Tiene algo de cierto, pero el problema es que su solución rayaba en la supremacía del individuo, en el crimen hacia la otredad, en la apropiación de fantasmas y en la transmutación del jodido por el que jode. Es decir, nunca solucionó el problema, sino que se adaptó convenientemente a él. Y bueno, sus ejemplos no eran los más adecuados: insistía en que nunca debes aceptar bebidas de desconocidos pues si algún culero le tiró encima ceniza de cigarro, basta con que te bebas medio litro para quedar desmayado. Luego no preguntes por qué amaneces con el culo allanado y los calzones embarrados de semen y sangre enmierdada. Y bueno, yo que acostumbro creerme todo lo que me dicen y además lo complemento con mi humilde inteligencia, he decidido aceptar bebidas de desconocidos, pero ayudado de una probeta mediré y beberé únicamente 490 ml. Es más, si veo a una chica primorosa, ya hasta me sé el secreto para llevarla a la cama sin falla.

También nos advirtió de los peligros de comer tacos de bistec. ¿Acaso iba a mencionar la atroz vida de las reses en las granjas factorías, el impacto ambiental y el desastre ecológico de la agricultura intensiva al generar alimento para las desdichadas reses, las deficiencias fisiológicas a largo plazo tras ingerir toxinas y compuestos transgénicos, las consecuencias éticas que implican el acto simple de comer? Bueno, así hasta hubiera cautivado mi corazón. Pero nel, recuerden que se trataba del farsante de la Alameda Central. Algunas señoras, afirmó, tienen la mala costumbre de tomar sus toallas sanitarias usadas y limpiarlas con la tortilla que te vas a comer. Meras ganas de chingar. Entonces la ************ se mezcla con el resto de los ingredientes y tú ni por enterado mientras lo masticas con ansia. Ya, si te da miedo ser víctima del ataque de las ñoras lunares y sus endometrios asesinos pues te haces vegetariano y papas. Por cierto que el timador expelía doble moral a chorros, porque si bien te podía decir naco pendejo indio huevón, tampoco era tan maleducado como para decir palabras soeces como menstruación, regla o período.

2) Su segundo argumento era que si estás jodido es por lo pendejo que eres. Ni una sola vez habló del sistema capitalista que vomita pobreza, del subdesarrollo contenido dentro del desarrollo y la opulencia del primer mundo, de la explotación y la división internacional del trabajo. Eso: si eres pobre es porque quieres, si no eres rico es porque crees que no puedes serlo. Pues yo digo que si el tipo tiene labia suficiente para convencer a las masas jodidas de que ellos son los culpables de su fracaso, ¿qué carajo hace graznando junto a una puta fuente en plena Alameda en vez de conseguirse un puesto de portavoz en alguna Secretaría o de conductor en algún noticiero? Sigamos su lógica de tres pesos: es porque no quiere, porque no se ve en Gobernación ni en Televisa. Amén.

3) Más que un tercer tema en específico, el subtexto de su discurso hacía referencia a una existencia surrealista en la que el embustero era el portador de la verdad. Esto no es nuevo, la historia nos ha regalado un número incontable de charlatanes: Jesucristo, Descartes, Comte, Adam Smith, Guamafune, etc. Todo resulta entendible si tomamos en cuenta, como diría Baudrillard, que la realidad ha nacido producto de la estupidez humana con la voluntad de cálculo. Cualquier hipótesis es válida a la hora de explicar y como tal funciona. Probablemente la cuestión radique pues en deconstruir ilusiones como verdad y realidad y descifrar que existe algo más.

El impostor continuó su sermón y mencionó a la vidente que sale en la tele revelando los números premiados del Melate, habló de la gente que duerme en el piso y que viste calcetines rotos, insistió en que en el Mercado de Sonora se cocinan tacos de uña (este cabrón y sus tacos). Cuando el hilo del discurso parecía perderse en la intangibilidad de las palabras, entonces preguntaba al público si entendía lo que quería decir. Y como pasaba con frecuencia que sólo uno de los presentes respondía un inaudible “sí”, entonces don patrañas se molestaba y exclamaba con voz inquisidora “NO ESTOY HABLANDO CON UNO. PREGUNTÉ”, y luego se oía un intimidado coro de síes. Cuando se percató de nuestra presencia y sentenció que no quería cerca a ningún cabrón que no tomara en serio sus palabras, que los que estaban ahí era porque eran inteligentes y que mejor que los pendejos se fueran, supimos que era hora de marcharnos.

No me acuerdo que hice el resto del día, aunque me consta que no arrojé ninguna obús contra ningún emblema del neoliberalismo. La jornada se extinguió en la oscuridad de la bóveda y unas horas después la semana parió a un lunes enclenque. Creo que hoy es miércoles y retrocediendo al punto inicial, se me ocurre que una de las mejores particularidades dominicales es que puedes encontrar este tipo de personajes en las plazuelas de la ciudad.

Tuesday, June 05, 2007

Pandemonio




El sábado aprendí que no es buena idea mezclar música metalera con una turba enardecida de monozos borrachos. Y digo metalera porque ese fue el caso, pero hubiera dado lo mismo punk que hardcore o cualquier armonía que por su velocidad incitara a un slam violento. Hay que saber calibrar la situación y si ves que la banda ya anda caliente pues les tiras algo de rock urbano o cosas más tranquilas y que bailen pacíficamente y no se partan la madre. La cosa es que a los músicos luego les ganan las ansias de tocar en vivo, aún que no se sepan serenar públicos iracundos, y cuando los putazos se desbordan los resultados pueden ser funestos. Y, bueno, si el agujero en el que se presentan está en el corazón de los suburbios pues la cosa se complica: la banda asalariada es la más exigente de todas. Si no les gustas te sacan a patás del escenario y el que sigue pa’rriba.

Nos invitaron a tocar de último momento, y nos alegramos porque no habíamos presentado en vivo desde que hubo bloqueos viales en protesta por la entrada violenta de granapuercos (perdón por el doble pleonasmo) a las calles de Atenco, o sea, hace más de un año. También fue bueno que nos clavaran los quintos en el repertorio, porque la banda para ese entonces ya comenzaba a llenar el patio, ya había escuchado un poquito de tocho y andaba prendida en un punto justo. Trepados en la azotea comenzamos a atacar los instrumentos. Les gustó. Quizá porque abrimos con un cover de Eskorbuto en versión vasalla, quizá porque nuestro ska está bien sabroso y habla de matar policías y del fin del hombre moderno. Les gustó, en fin. Después nos reunimos con el público para ver a las demás bandas y bailar al ritmo de la música de los tipos con los fenotipos más mexicanos que te puedas imaginar: algunos bajistas gordazos con cara de narcos o clones de Chuck Norris en chalecos de cuero y con el pechamen al aire. Hubo un par de grupos de rock urbano y la verdad es que cuando la banda baila rock urbano se clava en su pedo, drogándose y todo, pero respetando a los demás. Es el mejor baile masivo, para mi gusto. Un morrito de 10 años tocaba la batería con sorprendente destreza. El ambiente chispeaba de fiesta, todo el barrio danzando con estopas empapadas de activo. Por si fuera poco, la señora de la casa había preparado unos tremendos pambazos de papa. La salsa verde estaba de puta madre y un buen número de chelas iban por cuenta de la casa. Nunca nos pagan cuando tocamos en vivo, pero de menos se ponen guapos con la cerveza. Por ahora está bien, antes de que iniciemos nuestra carrera hacia MTV.

El concierto iba bien hasta que un guitarro que ejecutaba punzantes baladas arrojó una playera de obsequio y unos diez monstruos se aferraron a ella, golpeando a todo el que se cruzara en su bólido camino. Al final sólo quedaron tres: un gorila todo mamado y no muy alto que acababa de salir de la cana, un oso rubio con sus tetones rayados de tinta negra y un tipo que comparado con sus rivales parecía un cantinflas crecido aunque enclenque, pero que nos hubiera partido la madre a más de uno en situaciones normales. Estuvieron luchando por quedarse con la prenda durante más de 5 minutos. Ya andaban bien calientes y era probable que la querella terminara en verguisa, pero un tipo los instó a resolverla mediante un duelo de fuercitas. Aceptaron. Cantinflas era mañoso y se apoyaba en la mesa o meneaba su cuerpo así que al final lo descalificaron. Luego gorila y oso se engarzaron y de sus poderosos bíceps comenzaron a brotar músculos desconocidos. Los dos eran demasiado fuertes, sus brazos anegados de sangre parecían no desviarse ni un centímetro de la posición inicial, aunque gorila era más legal en su postura y jamás cedió a decidir la suerte mediante un azaroso volado. Hubo un momento en que cantinflas trató de hurtar el premio, pero fue sorprendido y otra vez estuvo cerca de comenzar un zafarrancho. En la tercera vuelta finalmente cedió el oso ante su primatesco contrincante, quien orgulloso, se caló la playera achicharronada encima de su cuerpo pringoso de sudor. La prenda, solo por no dejarlo de lado, tenía las desaliñadas jetas de los cuatro rockeros en monotono y el nombre de la banda mal boradado. No hay pedo, aunque el diseño hubiera estado más culero igual se hubieran rifado por ganársela, la banda asalariada es la más aguerrida de todas.

Parecía que los desacuerdos se habían solucionado, pero después de un par de bandas de urbano, sucedió lo temido. La orquestita metalera que se llamaba algo así como Violentos o Los Problemáticos o Guerra Declarada sólo pudo tocar rola y media. El slam era la justificación para comenzar a soltar trompadas y por entonces el pandemonio era incontenible y media fiesta estaba involucrada en la madriza. Primero fue a puño limpio, pero al poco rato las caguamas volaban por el aire hasta que algún cuerpo enfurecido detenía su trayectoria y se quebraba rajándole la piel escamosa. Las mujeres participaban en la batalla, apoyando a sus heridos maridos. Entre el tumulto distinguí el rostro de cantinflas bañado en sangre pues una caguama le había dado de lleno en la jeta. Luego veinte cabrones se dejaron ir contra gorila y lo tumbaron, pero el tipo, curtido en la cárcel, se libró de ellos algo enchipotado y sin heridas graves. La señora de los pambazos decidió esconderlo en la cocina porque el 20 % de la riada estaba decidida a dejarlo boqueando. En medio de la maniobra, yo y mi banda quedamos resguardados en el recinto. Íbamos a aprovechar para que nos prepararan unos pambazos hasta que reparamos en que además de gorila, los presentes eran únicamente amas de casa y niños. Salimos incólumes pero avergonzados. Los organizadores consiguieron echar del patio a la turbamulta y afuera los putazos continuaron pero esta vez con piedras y cualquier proyectil que las aceras les brindaran. Las tira no tardó en llegar. El evento estaba pintado como para valer verga mientras las luces rojiazules que rebotaban en la lona indicaban que habría varios detenidos.

Al final la cosa se calmó. Los que quedamos adentro, los pacíficos, aún queríamos chow. En medio de los charcos de sangre quedaban algunos vasos de chela ilesos, que no tardaron en encontrar nuevos dueños. Después de unos minutos de incertidumbre, se anunció que Barrio Pobre iba a tocar y los presentes se encandilaron y decidieron olvidar tamaño combate. Los chavos tocaron bien y dejaron pal final su Alucín, que igual y hasta lo conoces. Cuando estábamos próximos a retirarnos un escuincle llegó y nos pidió un autógrafo. Un monoso venía tras él y con insistente tembladera nos dijo que no le parecía bien que las bandas dieran autógrafos, pero al final se lo dimos al chamaco y de paso el monoso se ganó una estopita nueva, pa que dejara de cagar palo. Y bueno, el autógrafo se lo dimos más que como un obsequio para él, como un obsequio para nosotros, porque los morritos son más sinceros y si te dicen que algo les gustó un chingo es porque les gustó un chingo y, si en su mundo no se les ocurre otra forma para apropiarse de ti que mediante un papelucho con garabatos, pues está chido en tanto que les haga felices. Además, arriba de las firmas le escribimos un manifiesto revolucionario.