Encuentro con el resucitado
Andaba el miércoles en una fiesta. Todo transcurría sin incidentes anormales, un reven como cualquier otro. Yo andaba dándole a la cerveza desde muy temprano y me resultaba difícil coordinar mis movimientos. Ya casi daban las 12. Algunos amigos bebían un tinto de pésima calidad. Además había curado de piña y de guayaba y galones de chela. La música era excelente, todos cantaban al unísono o bailaban desaforadamente o se masturbaban o hacían las tres cosas al mismo tiempo. Entonces me entraron ganas de mear y le dije a mi chica: “oye, voy a mear” y ella me dijo que fuera con cuidado y que no me tardara mucho.
Para ese entonces el baño de caballeros no era otra cosa que la pared cubierta de enredaderas en la parte trasera de la casa. Me saqué el pene y comencé a mear. Los meados que rebotaban en las hojas y el pasto reflejaban el brillo azul de la luna. Fue una larga meada. De pronto alguien me tocó el hombro y yo sin voltear dije: “aguanta carnal, todavía no acabo”. El muy hijoputa no me soltaba así que seguí meando, eso sí, con desagrado. Cuando finalicé de sacudir las últimas gotas ya estaba dispuesto a decirle cuánto me cagan los malacopas que no te dejan echar una meada en paz, pero nomás me volví a verlo quedé atónito. Era Jesucristo. No sabía qué conchas hacía ahí Jesucristo pero me fue imposible articular palabra alguna, la baba me escurría por los labios. “Hijo mío, ¿qué le pasa a los hijos de Israel?”, me preguntó. No le pude responder. “Hijo mío, ¿qué es lo que celebran?” No le pude responder, sólo me salían unos sonidos de leporino gangoso con vidrios en la tráquea. “Mi querido hijo, veo mucha maldad en ti y en tus hermanos, creo que me han olvidado, creo que ya no leen los testamentos ni acuden a los templos y leen demasiado al viejo Bukowski y oyen sin reflexionar a Choking Victim.” Era demasiado, me arqueé y me puse a vomitar sobre sus sandalias. Luego creo que me quedé jetón sobre el pasto.
Me despertó mi chica y yo le dije: “¡Erizabezu, Erizabezu, vi a Jesucristo y le vomité los pies!” Y ella me dijo: “Oye, cálmate, ya sé que viste a Jesucristo, está ahí enfrente con nosotros y hasta anda chupando, el tipo es buen pedo.” Así que fuimos de vuelta y nos reintegramos a la peda. Todos los recipientes que tenían curado o cerveza ahora rebozaban de vino. Cristo ya había comenzado a hacer sus trucos, quería ser la atención principal de la reunión. Todavía algunos fieles al pulque le decían: “Chale Jesús, por qué no piensas en los demás, a nosotros no nos gusta el pinche vino”, y entonces Jesucristo sacó una bola de periódico de su bolsillo y les dijo: “No se quejen que también traigo un poco de mota”. Creo que ya no había inconformes, todos estábamos muy felices. La fiesta estaba en su clímax, todo el mundo borracho y drogado, incluido Jesús que andaba hasta el pito y se había manchado de vino toda la camisa y roto un par de botellas.
Como a eso de las 5 de la mañana Jesucristo hizo un anuncio: “Hermanos, quizás algunos de ustedes ni lo sepan pero estamos en Semana Santa, y pos sí, la neta es una joda, pero tengo que ir a ver qué pedo con los fieles” Todos nos pusimos tristes con la noticia porque Jesús andaba contándonos unas anécdotas de puta madre. “No te vallas, aguanta una hora más”, le decíamos. “No, no, no. De verdad, ya se me hizo tarde y se me está cociendo el cerebro, tengo una resaca del carajo y una jeta que hasta se va a asustar la Vírgen María.” Resignados, le dimos a Jesús un Alka Seltzer a ver si se le bajaba la resaca y nos despedimos calurosamente. Un buen tipo, en serio. Alguien sacó una cámara y nos tomamos fotos con él. Ya en la puerta Jesucristo dijo unas últimas palabras: “Creo que no me la había pasado tan bien en los últimos 2006 años, mil gracias. Supongo que me voy a emborrachar más seguido y ya hasta estoy pensando en jubilarme porque esta chambita está de hueva y consume todo mi tiempo recreativo. Ah, por cierto, si quieren ganarse un terrenito en el cielo se abrió una convocatoria para canonizar a alguien merecedor del título. Lo único que tienen que hacer es irse parados de manos hasta Jerusalén, matar a un turista egipcio y traer su cabeza de vuelta antes de que inicie el Domingo de Ramos. Así de fácil. He de decirles que la mejor cebada es la que se cultiva en el cielo, palabra... Pues hermanos, yo me voy y hasta siempre.” Jesús se dio la vuelta y caminó hacia la avenida. De pronto un carro hecho la chingada pasó y por poco lo arrolla. Jesucristo le pintó dedo y le gritó: “AH, HIJO DE TU PUTA MADRE, QUIÉN CHINGAOS TE CREES SÓLO POR TENER ESA MIERDA DE COCHE.” El pinche Jesús todavía andaba pedo. Giró en la esquina y desapareció. Un gran tipo, me cae de madres.
Luego nos fuimos a dormir a los sillones. Ya estaba apunto de caer muerto y le dije a mi chica: “¿Oye Erizabezu, no te sonó bien eso de la cerveza sacrosanta, ha de estar chida?” “Yo creo que sí, pero ¿a poco te vas a aventar a pasar la prueba?”, me dijo. “Puede que sí, puede que sí”, le respondí.
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