Lo que pasa cuando eres músico y no cuidas tus instrumentos
Somos un desastre. La cuestión es que siempre que ensayamos nos empedamos. Y aunque nuestras canciones están de puta madre, de vez en cuando el pobre equipo sale malherido, ya sabes, que le entra chela o que se te cae o que alguien le ve faceta de herramienta masturbatoria o que no mides la fuerza creciente y vuelas alguna cuerda. En fin, al menos hemos aprendido un poco de electrónica básica cuando de arreglar se trata, y ya hasta el Besos se rifó cual ingeniero metalúrgico para reparar sus hi-hats que un día dejaron de obedecer al pedal.
Pese a todo, pese a que somos un desastre, nuestros instrumentos han sabido resistir el uso duro al que son sometidos cada semana. De hecho es un milagro que hayamos conseguido grabar un demo casero, ya no digamos existir como banda, en el sentido de que 1) mi bajo tiene por amplificador un pequeño tostador de panecillos de 30 watts, 2) la batería consta de un bombo, un tom de aire (el otro fue perforado por una baqueta asesina), un tom de piso (el otro sufrió una muerte más traumática que el de aire (e.p.d.)), un raid (que funge de raid, crash y crash) y hasta hace poco los hi-hats, 3) nuestro guitarrista es una rata y 4) carecemos de micrófonos para la voz, así que siempre que ensayamos gritamos hasta pelar las finas capas de mucosa que recubren nuestras tráqueas y comenzar a escupir gargajos sanguinolentos. Hey, ahora entiendo por qué tocamos punk, jo.
Aquí cabe hacer una aclaración: en realidad no carecemos de micrófonos. Tenemos cuatro y bien bonitos. Lo que pasa es que nuestra consola se jodió y pues de nada sirve que tengas unos super bafles tamaño concierto-masivo-en-el-Zócalo y un ejército de micros con moduladores tipo Nekro-voz-angelical, cuando el puto cerebro está en estado vegetal. Por cierto que si digo “se jodió” no significa que quiera decir absueltamente que “lo jodimos”. Un día llegamos y la consola estaba en el piso y luego la mamá de Rata nos dijo que un vendedor de tarjetitas con la jeta de personajes religiosos había entrado al cuarto y el muy imbécil había jalado el cable del trasto que salió proyectado hasta estrellarse contra el suelo duro y en compensación le había obsequiado una tarjetita del señor San Judas Tadeo como si el mamón de Judas fuera a reparar el aparato. Como lo esperábamos, cuando hicimos la prueba de sonido descubrimos que la consola había valido madres y desde entonces aplicamos la de gordos tenores que solfean a pleno pulmón. Ya saben las consecuencias: voz de gorila en brama las 24 horas y escozor persistente en la campanilla, paladar y zonas próximas.
Finalmente decidí arreglar la consola. Ayer me metí a la estridente calle de Bolivar con el coso colgado de mis enjutos brazos en busca de algún local sin buitres dispuestos a aplicarme manita de puerco por cambiar una puta pieza que se habrá quemado con la caída. Aja, cómo no. Los diversos técnicos que consulté diferían en su diagnóstico y todos querían sacarme mínimo 400 varos. Mi búsqueda fue larga, pero yo no iba a dejar que esos culeros me violaran así de fácil. También conocí a numerosos personajes dignos de un post de La venganza de los malditos: un viejo con los ojos listos para salir disparados que olía a momia vetusta y que me explicó la diferencia entre conectar bocinas en paralelo (el valor de Ohm se multiplica) que en serie (se divide), de acuerdo a la ley I=V/R; una damisela de los arrabales que se enamoró de mi y que me contaba que un tipo como yo que conocía tocaba cumbias y quería saber si yo también tocaba cumbias porque a ella le encantaba bailar cumbias, tango, salsa y demás; un par de cabrones que creyeron que por tener barba abundante y shorts zarrapastrosos significa que soy un drogadicto lo cual no es completamente equivocado pero sí decididamente reaccionario pues fue deducido a partir de una moral de tres pesos de comercial de Fundación Azteca; un loquito que se metió a tocar piano a un local mientras una tormenta azotaba las sucias calles del centro histórico y que se sabía unas melodías de los montes Cárpatos...
Al final un tipo conocido como el Saxofonista me mandó con un tipo conocido como el Luis y el Luis se llevó la consola con un técnico perdido en una vecindad de Mesones conocido como el Técnico. El Luis me quería cobrar 400 pavos así que inmediatamente lo mandé a chingar a su madre y fui a recoger la jodida máquina que pesa un montón, pero resultó, como era de esperar, que el Luis se quería rayar y lo más de la ganancia iba a ser para él y no para el Técnico. El Técnico tampoco iba a desperdiciar una buena oportunidad para sacar su agosto y finalmente acordamos un precio de 250 que no deja de ser excesivo por sustituir un par de sistemas integrados quemados.
Lo que aprendí ayer, además de la omnipresente Ley de Ohm, fue que hay que arreglar las cosas uno mismo o de menos saber cuál es la pieza que está jodida para lidiar con esos canallas de Bolivar. También decidimos tapizar el garaje donde ensayamos con almohadas para evitar cualquier accidente letal. Por último sacamos un cover de La Brigada Flores Magón en versión cumbia y nos emborrachamos hasta morir.
1 Maldiciones:
su vocalista es un jipi que tiene un clón en Ushuaia....chido ver que la venganza está de vuelta
Post a Comment
<< Home