Monday, May 07, 2007

Prosecución



Muchos me daban por muerto, muchos me lloraban. Los más se deleitaban con la idea de que ya no volvería a joder, pero adivinen qué, nel pastel, seguimos pataleando. Voy a ser sincero: mi vuelta a México fue crítica, enseguida me tuve que refugiar en la escritura para no fenecer sobre la marcha. Contaminación, mierda, racionalidad, idoneidad. Es demasiado para un organismo purificado, para un cuerpo que ha sentido lo que yo he sentido. Porque en Sudamérica estuve tentado a volverme un ermitaño y mandar a la humanidad de una vez por todas a la mierda. Tenía una nueva amada, la naturaleza se llamaba. Nos engarzamos en un torbellino de pasión mientras mi vida se iba volando. Por la noche me tumbaba agotado a ver el universo con la perspectiva austral que se me ofrecía y así transcurrían los días de verano. Luego decidí retornar a los páramos civilizados y, lleno de dicha y con la mente todavía sedada, creí que estaba en un edén secundario. Yo estaba listo para presenciar las venas abiertas de América Latina, para sufrirlas, pero la cosa no fue tan grávida como había imaginado. Por ejemplo, se sabe que en La Paz hay un oficio entre los niños de la calle que no les confiere buena reputación, por el contrario, los obliga a ocultar su rostro detrás de pasamontañas azul marino como si estuvieran cometiendo algún crimen impío. Son los limpiasuelas. Ya, pensé, uno más de los trabajos asalariados del continente, pero después comprendí la necesidad de su presencia, entendí que eran parte del paisaje citadino, que las catedrales no serían las mismas sin estos chicos en sus plazas, que los turistas se quedarían sin escenas que inmortalizar ni que mostrar a sus amigos...

O el caso de Colchani, la ciudad que está al borde más salado del salar de Uyuni, donde todos y cada uno de sus habitantes se dedican a la tarea de extraer salmuera para exportarla a la provincia de Santa Cruz. Ahí platiqué con dos nenitas que, me llamó la atención, estaban golpeando una piedra con otra más pequeña. Sacamos sal, me dijeron en un castellano lerdo que más sonaba a Aymará. Excelente, desde pequeños los niños están practicando para ser buenos trabajadores, adiviné; si su realidad les exige una historia determinada la aceptan con sorprendente madurez...

O aquel día a finales de marzo, el llamado “día del joven combatiente”, cuando se armó la bronca en las calles de Santiago. Aquel día en que las tanquetas cruzaban las calles rociando al público con gas pimienta. Soldados armados hasta el culo detenían a los jóvenes del secundario. Guau, qué manera más ejemplar de convivencia, qué herencia tan valiosa de los apacibles días de Pinochet...

Por otro lado, el hecho de que en la televisión boliviana hubiera un canal llamado “El canal de las estrellas” donde se transmite toda la programación de “El Canal de la estrellas” no me pareció algo alarmante, ya que en última instancia es la gente la que tiene la facultad de aprehender la información de manera cabal y crítica. Cuando veía a las señoras pegadas por horas al televisor, me imaginaba que estaban descifrando las contradicciones que abundan en las telenovelas. Aún cuando suspiraban y se agarraban el pecho y decían “pobrecita de ella”, no se me escapaba el dejo de ironía perfectamente calculado...

Un día me subí a un colectivo en Ica y me dispuse a encontrar un famoso viñedo donde regalaban muestras de vino tinto. Al final estaba cerrado y tuve que volver al pueblo en el mismo colectivo que me llevó. Entre uno y otro punto se subieron como unas 15 señoras de tez bronceada con enromes bultos colorados en la espalda, algunos de ellos eran sus hijos y otros eran simplemente papas, yucas y ocas. El chofer y sus ayudantes las trataron muy mal, casi se diría que discriminatoriamente, pero yo jamás se lo adjudiqué al hecho de que fueran indígenas. El problema es que las señoras no se habían bañado en semanas y olían a mercado y a caca, y pues el chofer que era muy cerebral, no quería que eso nos causara un mal viaje al resto de los pasajeros. Cada uno tiene su manera de apreciar las cosas, pero yo diría que no fue injusto con ellas, simplemente equilibró la balanza a la mitad...

O me viene a la memoria el día que me fui a acampar a las torres del Paine. El circuito es todo un reto: 88 kilómetros para 5 días de inclemencia. Por fortuna a los dueños del parque (que además de ser parque nacional, es reserva de la biosfera) se les ocurrió vender un par de hectáreas a una compañía privada que colocó dos campamentos y un refugio en ciertos puntos estratégicos, un poco antes de los campamentos libres, pues sucede que uno llega hecho mierda y ya no quiere dar un puto paso más. Yo estaba en contra de las privatizaciones, pero descubrí que hay casos en que no son algo tan malo. Todo depende del uso que se les de. Claro que si les quieres comprar una barra de pan te va a costar 6 dólares o el precio que se les venga en gana, pero tampoco hay que ser duros con ellos, sólo están haciendo su negocio. Y si de plano eres un marro y te importan más las especies endémicas que tu propia comodidad, pues nadie te está deteniendo para que camines otras dos horas hasta el campamento libre...

¿Qué más aprendí? Ah, claro, eso que la gente anda diciendo sobre el calentamiento global, la capa de ozono, las reservas de agua dulce que se acaban, etc. No les hagan caso, la verdad que están exagerando. O sea, yo vi fotos antiguas de muchos glaciares que no coincidían con los actuales y, en efecto, todos están retrocediendo, pero no es como para empacar y meterse al refugio anti-inundaciones. Los glaciares son suficientemente grandes como para que un día desaparezcan, esos procesos llevan miles de años. En cuanto a lo de la capa de ozono, pues para eso existen los bloqueadores solares, ¿no? Y si vives en el hemisferio norte, ¿de qué te preocupas, si el magnetismo atrae al agujero hacia el cono sur? Y respecto a las reservas de agua dulce, esos ecologistas han encontrado una justificación para tenerte aterrorizado. ¿Recuerdas la guerra fría? Pasa lo mismo ahora. Consiste en encontrar cualquier tema que te distraiga de los verdaderos problemas, como quiénes pasarán a la siguiente ronda en la Copa Libertadores. Mejor ocúpate de lo que realmente merece ocuparse...

Los mineros de Potosí trabajan durante 14 horas en las profundidades del Cerro Rico sin equipo de seguridad ni cubre bocas; detrás de la terminal de Retiro en Buenos Aires hay una muralla que oculta a una vecindad paupérrima sin que a sus habitantes les apremie salir a buscar comida o aceptación; los jóvenes petroleros de Chubut tienen que renunciar a sus laburos si pretenden tener un día de descanso a la semana; en Río Gallegos hace tanto frío que los vagabundos saben que no pasarán del invierno y disfrutan de la primavera con sus amigos los perros; a los niños que viven en las islas del lago Titicaca se les está enseñando a hablar inglés para que puedan pedir limosna a los extranjeros... Nada de esto es para apenarse, al contrario. Hay que sentirse orgulloso de que la gente se las arregle para salir adelante en condiciones adversas. Los sobrevivientes son un ejemplo para uno que tiene la vida solucionada y que se anda quejando de todo.

En fin, como verán, me he educado mucho en este viaje y por eso me animo a compartirlo con ustedes. Lo único que no me queda claro es el por qué de esta cicatriz con forma de gusano a la altura de mi cerebro. ¿Cuándo fue que apareció? Creo que fue después de una noche que fui a cenar con Kirchner, Bachelet, Evo y Alan García. Los culeros me empedaron con pisco y se andaban burlando a mi costa cada vez que vomitaba el líquido rasposo, pero debo admitir que todos tienen buen sentido del humor, sobre todo el Kirchner que se las daba de chingón nada más surgía el tema de las deudas y el FMI. Para cuando mi sangre contenía más alcohol que leucocitos, yo estaba inconsciente y tumbado sobre mi propia vasca y a la mañana siguiente desperté con una punzada en el cráneo. El dolor me jodió un tiempo, la peor de mis resacas, pero en la proporción en que ésta iba disminuyendo, las cosas se me presentaban cada vez más claras. Ya hasta siento que a mi vuelta, el panorama socio-político en México ha mejorado. Así es, las cosas se me presentan cada vez más claras. Cada vez más claras.

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