La amputación
Después de un maratónico fin de semana, beodo desde el martes y extasiado por la triple presentación de Fermín Muguruza y La Kinky Beat y (sólo ayer domingo) la Banda Bassotti, el mundo tal como es (o sea, sin conciertos tan frecuentes ni borracheras tan extensas) me parece mezquino. La gente está triste, sal a caminar y lo verás. Sus miradas huidizas pueden reposar en tus ojos y entonces verás derrotas y otras historias. Claro, a menudo hay sonrisas, sin ellas la vida sería demasiado insoportable. Pero como dijo una vez Shakespeare, cuando más se cierran mis ojos, es cuando mejor ven, pues todo el día se posan en cosas sin mérito.
Ayer, sin embargo, mis ojos se posaron en cosas meritorias y me acordé de la infancia y del mundo que solía ser más liviano, tan liviano que casi creías que te pertenecía. Yo estaba en el amigable barrio de la Merced acompañado de mi colega Besos y con dirección a la pulcata que está en la calle de Manzanares, pero el calor era tan pujante que entrar a la pulcata fue lo mismo que haber entrado a un baño sauna en el culo del infierno, así que tras liquidar una jarra de curado de guayaba decidimos buscar bebidas más gélidas. Un par de metros más adelante dimos con una sugerente cantina donde además de señores redondos y flatulentos, abundaban biberones de cerveza. El cambio surtió efecto y entonces decidimos esperar un rato antes de movernos al concierto. Una señora de poderosos brazos atendía a la muchedumbre y mientras tanto sus hijos se entretenían en el fondo jugando con los cartones de las cervezas que ya habían sido desocupados. Parecían dos crías de simio en medio de la jungla. La imagen en su totalidad (los adultos indiferentes, el contexto que la clase social permite, la imaginación pueril, lo lúdico y sus manifestaciones) fue señal de cómo la sociedad nos va educando para aprender que las cajas no son pelotas sino cajas. La educación es la primera de las castraciones a las que seremos sometidos a lo largo de la vida y mientras ésta no asuma la libertad como eje, la realidad se asemejará más a esa caja de cerveza: cuadrada, excluyente, racional, producida en línea.
Por eso yo creo que la gente está tan triste. Ya no pueden jugar con cartones ni subirse a los columpios y poco a poco pierden la capacidad de asombro. O peor aún, la estandarizan de acuerdo a pautas inmóviles. El capitalismo se parece a una gran sala quirúrgica donde uno acude a que le amputen partes de su cuerpo y de su espíritu, donde uno acude a enfermarse y no a aliviarse. Un hospital de oro donde se paga por cercenar la capacidad crítica, la imaginación y la autonomía. Una casa médica, en fin, muy rentable. Mientras tanto los niños se acoplan a su entorno y se divierten con lo que tienen a la mano, anque sean bisturíes y bolsas de suero.
Muchos anarquistas advirtieron desde hace tiempo que el cambio radical en la juventud es básico para que se dé una revolución social, pues conforme uno crece, más enquistados están los fantasmas que uno se ha inventado. Educación libertaria y tiempo de ocio: dos factores propicios para la emancipación, aunque condenadamente difíciles de generar. Y bueno, uno que ya es adulto responsable y que no quiere contribuir con esta mierda, tiene la obligación de voltear hacia esos niños y desaprender un poco.
2 Maldiciones:
¿Te parece que la gente esta triste?
Yo mas bien creo que la gente ya no siente nada, ya nada los conmueve o los fascina, su capacidad de asombro se fue en la maleta de sucios billetes de Rene Berjarano...
Y quien te entiende a ti ah? ¿No que odiabas a los chavitos?
:o) Viddy U Droogie!!!
PD Yo tambien anduve en la clausura del Ollin Kan... que bueno que no fuimos juntos, me chocan los ebrios :P
PD2 El pulque lo fermentan con mierda EWWWW!!!
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