carta de un niño

días cualquiera, sobrevaluados
y sin embargo todos encuentran motivo para estar felices
y sin embargo siguen siendo los hijos de puta de siempre
caníbales de sangre espesa
pidiéndole a dios milagros tan sencillos
las comisuras teñidas con sangre
pidiéndole que siempre flaqueé la voluntad
para todo menos para masticarse la lengua
no me malinterpreten
soy tan hijoputa como ellos
sólo que sin dios ni ganas de probar sus fiambres

la víspera del treintaiuno lo vi
me refiero a mi abuelo
el típico sabio que no sabe guardar silencio
ni siquiera en la vía pública
regañaba a mi abuela
le decía pendeja
mientras, un borracho se puso a mear el seto de enfrente
lo que faltaba dijo mi abuelo:
¡un perro!
yo al contrario lo admiraba (al can borracho)
son pocos los que pletóricos de elegancia
descarados certeros incorregibles
demuestran que estos días son días cualquiera

mi memoria trabaja así:
lo que no sirve lo borra, lo que sirve lo conserva
pero no es el caso
estos días felices se despedirán
sin más sabor que el del frío insulso
esperen

tal vez guarde este registro:
anoche mi gato se puso loco
se echó a correr
se quedó quieto debajo del árbol de cristo
la cola crispada, los ojos como botones o como soles
leyó mi mente
antes de que lo pescara reanudó su huida
o eso quiso
su cuerpo quedó atorado entre el cablerío
y el pino falso se le vino encima
algunas esferas se quebraron
alguno de sus dedos quedó herido

monarcas: no quiero regalos insípidos
quiero que curen a mi viejo gato
de mi abuelo no se preocupen
él ya no tiene remedio